Ópera en el plato con el sello Ruscalleda

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Los platos de la ópera gastronómica del Moments contienen tantas anécdotas como sabores entrelazados. Y estéticamente son una maravilla. Toda una sorpresa para los sentidos.

El menú Ópera del Moments: Un plato llamado Wagner que es todo un homenaje al Liceu. Un Tàpies (artista amante de Wagner) a base de Montgnolo, remolacha, limón negro y piquillo
¿A qué sabe una ópera? Como interpretaríamos en los fogones el dolor de la joven madame Butterfly abandonada con un niño por su marido norteamericano? Raül Balam y su madre, Carme Ruscalleda, lo ven como un delicado postre rosado en forma de rama de cerezo en flor, hecho con ciruelas fermentadas y cítricos verdes nipones (umeboshi y sudashi) que llegan al comensal dentro de una bola de frágil cristal cubierta dramáticamente por un telón de terciopelo rojo como la sangre. Delicado y precioso.
Es este uno de los platos más fascinantes del menú actual que se sirve en el Moments del hotel Mandarin Oriental, que como los dos últimos (dedicados a los ecosistemas y al cine) se inspiran en áreas temáticas añadiendo al placer del gusto el del juego de las asociaciones ingeniosas ilustradas. «No entiendo de ópera pero cuando voy dos o tres veces al año en el Liceo me emociono muchísimo y se me pone la piel de gallina», explica Balam.
Precisamente Madame Butterfly es una de sus óperas favoritas, como la Carmen de Bizet: «La protagonista es gitana y se enamora de un torero, por lo tanto hacemos un rabo de toro con olla gitana, que lleva garbanzos, judías verdes, azafrán, pera y sofrito, pero como nuestra Carmen es de la comarca del Maresme, cambiamos el sofrito por un fresón», dice el chef haciendo referencia directa a Ruscalleda.
Una comida genial, ligera y fresca para adaptarse a la canícula, con algún toque picante que repasa libretos, tenores (hay un plato que homenajea Pavarotti, Domingo y Carreras con tigelle de Módena, calamar madrileño y butifarra catalana)
teatros como la ópera de Sidney o el mismo Liceo, y también divas, como la australiana Nellie Melba, a quien el gran Auguste Escoffier homenajeó con un postre a medida, el conocido melocotón Melba hecho con esta fruta cocida acompañado de helado, que se servía encajado en un cisne de hielo. «Dicen las malas lenguas que a la soprano le gustaba tanto que el chef no paraba de llevarle y el resultado fue que engordó muchísimo».
Atención también al pastel de ajo blanco de las bodas de Fígaro, a las batutas comestibles, a los petits fours en forma de ópera de Sydney, a la croqueta de ganso inacabada que remite a la ópera también inacabada de Mozart, La oca del Cairo …

Las bodas de Fígaro adquieren la forma de disco, un formato que Carme Ruscalleda inició en su menú en el Sant Pau dedicado a la música
Para este verano el inspirado Raül Balam ha compuesto un recital lírico de primera que gustará por igual a gastrónomos y melómanos. ¡Si podéis, daros un homenaje!
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