Cook Art

Los 40 años del Dry Martini, en un libro


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«Uno me prueba muy bien. Dos es mi límite. Con tres me encuentras bajo la mesa. Y con cuatro debajo de mi anfitrión «, decía la brillante Dorothy Parker de los Dry Martini, una bebida mítica asociada a la sofisticación y la elegancia que no sólo tiene sabor a Bond, James Bond (» agitado, no removido «), sino también a Hemingway (que lo veía como un símbolo de humanidad y civilización), Marlene Dietrich, David Niven, Mies van der Rohe o Humphrey Bogart, de quien se dice que sus últimas palabras fueron: «Nunca debería haber cambiado el whisky por los Martinis. «Son anécdotas e historias que puede encontrar en el libro The bar (Planeta Gastro), que conmemora los cuarenta años de un bar que forma parte indisociable del paisaje barcelonés, el Dry Martini.

Su fundador fue Pedro Carbonell, un vilanovense cosmopolita y culto que se enamoró de la cantante de ópera Josefina Canales. Juntos crearon en el Eixample un rincón inglés de madera, elegante y con personalidad, donde sólo se podían pedir Martinis. «Yo heredé ese sueño y hoy sigue más vivo que nunca», dice De las Muelas, que había abierto su bar Gimlet en 1979. Carbonell le traspasó el negocio en 1996 porque estaba seguro de que lo sabría modernizar sin perder la esencia original. Y lo hizo.

El empresario, coleccionista de arte como su antecesor, ha abierto lo que era un bar de caballeros a los jóvenes y, sobre todo, a las mujeres, que para Javier, son un punto básico en el cambio de la cultura del cóctel . También ha expandido la idea al ámbito internacional, siempre bajo su control, y en hoteles de lujo. Ahora incluso hay uno de bolsillo en la terminal del puente aéreo del aeropuerto del Prat.

Por la barra del Dry han pasado clientes satisfechos como Harrison Ford, Miley Cyrus, Victoria Abril, Andreu Buenafuente, Toni Soler, Fernando Amat …, sobre todo cuando el almacén abrió el comedor secreto del Speakeasy, con aires del época de la ley seca.

Carbonell era tan minucioso que anotaba los Dry Martinis servidos y eso le permitió alcanzar el millón en 2010 y celebrarlo (la feligresa agraciada por sorpresa fue la abogada Sylvia Budet, que aparece en la foto inferior) con una gran fiesta.

En la mente de Javier ahora hay abrir locales en la fascinante Tokio y en Nueva York, la patria de Dorothy Parker.

 

 

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