Culture, Fashion, People

Charlando con Iris Apfel, leyenda viva de la moda


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Una conversación con Iris Apfel, una leyenda viva de la moda, en su visita a Barcelona

Iris Apfel llega a la suite del hotel Mandarin para conversar con un reducido grupo de periodistas luciendo sus enormes gafas negras y dos collares turquesa igual de imponentes: «Me gustan las cosas grandes, no sé decirte porque». Los ha conjuntado con el abrigo de verano de Custo Barcelona que la firma le ha regalado. Le gustan sus colores y que lleve mangas. «¡No hay ropa que pueda llevar la gente mayor, todo es sin mangas! Un amigo mío diseñador dice que si pagas 15.000 dólares por un vestido tienes derecho a que te hay pongan! «, dice con su característico sentido del humor.
Con 93 años, su vitalismo es envidiable. Fundadora con su marido de la firma de tejidos Old World Weavers, su vida siempre ha sido intensa, pero desde que hace 10 años su amigo Harold Koda le propuso hacer una exposición en el Metropolitan con sus trajes y bisutería, ya es un no parar.

Su look abigarrado al tiempo tremendamente chic hizo furor hasta convertirla en su avanzada edad en un símbolo de estilo de Nueva York y en toda una it girl global. «Nunca lo planeé. Lo encuentro divertido, excitante «, dice cuando le preguntas por la sorprendente experiencia. Y si insistes te dice que la fama le ha permitido hacer cosas como crear colecciones de bisutería y enseñar a alumnos de diseño de la universidad de Texas que la moda es más que pasearse por la alfombra de los Oscar. Les habla de la industria, de las licencias, del trabajo de las revistas, de la relación con la Historia… Cree que la ropa que vestimos explica el contexto social.

Las vistas de la suite desde donde hicimos la entrevista

Y ahora, ¿la moda vive un momento especial? «Para mí, no», responde sin dudar. Incluso estamos en una de las décadas peores. Lo dice una mujer que fue pionera en llevar vaqueros en Estados Unidos, y que adora por igual Balenciaga (a quien conoció), y todo lo original que puedes encontrar en un mercado de calle. Cita los de París, Londres, el norte de África y Oriente Medio. En sus viajes ha acumulado muchísimas piezas (le resulta imposible decir cuál es su preferida) que guarda en tres pisos en Nueva York y Florida, y que poco a poco va cediendo a un museo de Massachussets como legado. «Vivimos una época en que no hay originalidad, los diseñadores que no se implican en su obra, para mí no lo son», dice. Entre los años 50 y los 80 se respiraba más autenticidad. «Ahora todo proviene de grandes marcas internacionales, antes podías saber de qué país venían las cosas», explica Iris, y no se corta a decir que no es extraño pagar mucho por poca calidad.

Un momento del homenaje a Iris en la 080 Barcelona Fashion

«Cuando vine a Barcelona hace años unas alpargatas costaban un euro y ahora valen 17», dice después de haber revuelto de todo el mercado de los Encants de donde se ha llevado 6 bolsos de mano, 3 collares y dos botones de nácar (que le mostró la conservadora de moda del Dhub, Silvia Ventosa) por 50 euros. Le encanta regatear y lo hizo. Visitó por primera vez la ciudad en el 1953 y luego regresó a los 70, pero dice que ahora es cuando se ha encontrado más a gusto. La 080 la ha acogido como una estrella y lo ha pasado muy bien descubriendo restaurantes y tiendas.
No ha parado ni un momento pero no juega a querer ser joven. «La obsesión por la juventud actual es insana, hacerse mayor se vive como un pecado o algo desagradable cuando es un hecho para disfrutar y celebrar», apunta. Domingo volará hacia Palm Beach donde la espera su marido, Carl, de 101 años con quien ha vivido una larga historia de amor: «El secreto es sentido del humor, ser uno mismo y dejarse espacio. A mí me ha dejado todo menos el armario «, dice con su fina ironía.

Fotograma del documental ‘Iris’ donde aparece con Carl

Su tierna relación la retrata muy bien el documental, Iris, de Albert Maysles, que costó 4 años hacerlo. «Me rompí una pierna, viajaba … es un filme que me muestra tal como soy», dice una mujer que no busca imitadores: «Cada uno tiene que encontrar su estilo, el lugar donde se encuentra confortable». Y no es lo mismo moda que estilo. «El estilo lo llevas dentro, es actitud; y la moda la puedes comprar con dinero «, dice y exclama:» Oh, please! «cuando le preguntan por las Kardashian. Como decoradora-restauradora en siete ocasiones de la Casa Blanca ha conocido a muchas primeras damas pero no comenta nada de nada. Sólo cuenta que ellas no pueden decidir mucho sobre las intervenciones ya que las dirige una comisión de arte.Y para acabar, una de sus frases épicas: «¡Es mejor ser feliz que vestir bien».

 

Iris en Barcelona

Iris Apfel es una compradora incansable, así que ha pasado por los Encantes y ha pedido que la lleven de rebajas. También ha visitado el Dhub para ver obra de Balenciaga y Pertegaz. La han llevado a los almacenes y  ha visto la colección expuesta, incluida la obra de los autores jóvenes. Le ha gustado, aunque encuentra la ambientación muy oscura. Sílvia Ventosa, conservadora del museo, la ha acompañado por los Encantes y cuenta que es toda una experiencia verla escoger piezas. «Sabe muy bien lo que quiere, lo que le va… a veces cosas que te sorprenden». Quería ir a ver a Rafael Amargo al Palau y comer saludable.

La han llevado al Kafka, al café Bananas y a La Cuina d’en Garriga. Ha comido en el bristreau de Ángel León en el Mandarin, donde se aloja. El viernes se celebro en el hotel un cóctel social en su honor. Fue después de que recogiera un premio honorífico como embajadora de la 080 Barcelona Fashion en el Estadi Olímpic vestida con una chaqueta de Moschino vintage.

Por la mañana había conversado con alumnos de moda en la Fundación Miró, donde se vió el documental Iris. «El estilo es originalidad, creatividad, una actitud que hay que cultivar», les dijo. Y añadió que vestirse es como interpretar una pieza de jazz, pura improvisación.

Nos hacemos una foto con Iris después de la entrevista y se produce un momento tierno. Busca mi mano y me la coge para la foto. La miro y le digo que la admiro. Ella toca el collar que llevo (una pieza de porcelana en forma de maceta con claveles de Victorio&Lucchino) y me dice que le gusta. Todo un honor.











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