Cook Art

Spoonik, el satélite de la cuchara


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 La casa de Jon Giraldo y Jaime Lieberman se convierte en Spoonik para
ofrecer cenas en que la comida convive con el arte

Cuando Jon Giraldo, abogado de profesión y durante un tiempo dedicado al negocio de la moda, y el fotógrafo Jaime Lieberman decidieron lanzarse al entonces incipiente mundo de las cenas en casa propia, llamaron a un amigo experto en naming (buscar nombres para marcas) para que les ayudara a encontrar su nombre ideal. La respuesta fue Spoonik, una palabra con vocación de ser exportada, que une cuchara (en inglés) y el primer satélite de la historia. «Os regalo un nombre que incluye un viaje a las estrellas», les dijo. Y no es que la pareja tenga intención de hacer entrar su hogar en la guía Michelin, pero quizá algún día «abriremos un restaurante y podría llegar», comentan mientras muestran la única que tienen de momento: está cortada en un corazón de tronco natural y fue un regalo de Ramón Freixa.

Desde hace un año ambos se han entregado en cuerpo y alma a la aventura de elaborar cocina creativa tres noches a la semana, y el público les responde muy bien, sobre todo cuando descubren que la experiencia no se limita a degustar una sucesión de platos. La música, la decoración, el trato humano, el vino y las sorpresas son elementos indispensables en el mundo que recrean estos amigos durante tres horas en una edificación de planta baja de principios de siglo (donde vive Jon, pero no Jaime) en la barcelonesa plaza Lesseps.

La odisea comienza a las nueve de la noche, con la reunión en la terraza de los 24 comensales, que han pagado unos 90 euros por la experiencia. Buena parte de ellos son extranjeros («nos gusta el turista porque viene sin preocupaciones, con ganas de ser feliz»). Cuando se pasa al interior se desvela la estructura del piso, en forma de loft, con la cocina a la vista y un altillo privado donde se adivina que cabe una cama y una ducha moderna.

La reforma se hizo en los años setenta, cuando vivía una guapa modelo con buenos contactos sociales. Vemos fotografías hechas por Lieberman (rayos de luz captados en ciudades del mundo y bodegones) conviviendo con otras personales (la madre de Giraldo, que se parece a Sofía Vergara, y la abuela de Jaime haciendo submarinismo). Todo el mundo se sienta en tres largas mesas dispuestas en un espacio ahora libre de los sofás que hay habitualmente, y tres amables camareros comienzan el servicio, que Jon y Jaime dirigen y comentan, con un pie en el comedor y otro en la cocina anexa.

«Cuando estábamos buscando nuestra personalidad gastronómica un amigo nos dijo que nos definía el cebiche. En esta elaboración es donde ponemos todo lo que somos «, explica Giraldo, que nació en Colombia pero huyó de la prisión social que le suponía haber nacido en la clase alta. «Es difícil tener orientación sexual diferente e incluso mezclarte con gente diversa».

Lieberman es mexicano: «Latinoamérica está presente en nuestros platos «, explica mientras nos presentan una bandeja paisa, plato típico de los arrieros de Medellín, deconstruida, claro. Sería complicado comerla en su hipercalórico formato original (lleva frijoles, arroz, plátano, cerdo, huevo frito …. y así hasta 16 componentes). La acompañamos con el refajo colombiano (cola y cerveza).

Probamos calamar relleno de morcilla con un aire de zanahoria y glaseado de marisco, divertimentos elaborados con maíz, un plato de algas y setas (mar y montaña vegetariano), un desayuno continental de estilo bulliniano.

Ninguno de los dos cocineros ha pasado años de estudio en escuelas de hostelería. Fue Giraldo quien embarcó a Lieberman (ahora experto en pastelería) en la aventura gastronómica en un momento en que éste había dejado la fotografía por el boom del digital («se me pasó rápido porque es lo que me sale de dentro hacer», confiesa) e hicieron varios cursos y estancias por separado en el Basque Culinary Center, con Mey Hofmann, Joan Roca, Ramon Freixa, Xavier Franco … «Ahora nuestra manera de crecer como cocineros es dedicar tiempo al trabajo y investigar, lo hacemos continuamente y cambiamos el menú cada mes». Un menú que no descuida la música. Desde Ella Fitzgerald a los conciertos de Brandenburgo de Bach pasando por el Caribe. Incluso oimos los cencerros de unas vacas … Pero no desvelaremos con qué plato. Ni tampoco que es el agua «feliz» que sirven. Sorpresa.

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