Sandra Barneda y los pecados capitales femeninos
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¿Qué tienen en común Madonna, Cleopatra y Frida Kahlo? El género, la celebridad y el ser ‘pecadoras’ las ha reunido en el nuevo libro de Sandra Barneda junto a otras igual de potentes. Me encanta esta reivindicación ‘sui generis’ feminista. Da mucho de sí.
«Mi idea del cielo es una gran patata al horno y alguien con quien compartirla «, dice Oprah Winfrey, a quien Sandra Barneda ha incluido en el capítulo dedicado a la gula de su primer libro de no ficción, Hablarán de nosotras (Aguilar ). La popular presentadora estadounidense es una de las 17 mujeres célebres que aparecen retratadas a partir del pecado capital que marcó su existencia. Un juego ingenioso que le permite reivindicar en positivo como rebeldes, transgresoras y carismáticas unas vidas femeninas que el mundo ha catalogado en negativo de pecadoras.
«Ha llegado el momento de unir con gusto mujer y pecado y no sentir pesar ni arrepentimiento», dice Sandra Barneda en el prólogo . «Un homenaje a todas las mujeres que se han sentido juzgadas, vilipendiadas, despreciadas y sometidas por disfrutar , reír, soñar, alcanzar, amar, poseer, mandar, gustar, triunfar … incluso por pensar «.
Ana Bolena y Cleopatra fueron a ambicionar poder pero ni en el antiguo Egipto ni en el siglo XVI era fácil llegar a ninguna parte sin convertirse en grandes seductoras. La ambición se une a la lujuria en la mujer que cambió el reinado de Enrique VIII y la soberbia dirige la trayectoria del gran mito erótico de la antigüedad, una gran estratega que busca la gloria a cualquier precio, de quien no conocemos ni el rostro: «las monedas en las que aparece nos la muestran masculinizada quizás porque así se hacía más patente su poder».
En cambio, de Marilyn Monroe (el gran mito erótico del siglo XX) sí tenemos muy presente su físico voluptuoso, símbolo de sensualidad y fragilidad. Aparece en el apartado de la envidia, y no porque ella la sintiera, sino porque la despertaba a su paso. Como amante que fue de JFK su nombre está ligado para siempre al de Jackie Kennedy, otra de las mujeres pecadoras del libro, en este caso de avaricia. El icono del glamour del reino de Camelot buscó el éxito social a través del matrimonio con el joven presidente y a su muerte con el magnate Aristóteles Onassis, el gran amor perdido de María Callas, a quien Barneda cataloga en el capítulo de la envidia por desear una vida apacible que nunca tuvo.
Curiosamente la avaricia de la primera dama Jackie dista mucho de la avaricia de otra, Hillary Clinton, que nunca quiso redecorar la Casa Blanca sino ocupar la sala oval: «Las mujeres no somos víctimas, somos agentes del cambio, somos las conductoras del progreso y forjadoras de la paz «, dice la gran perdedora de las últimas elecciones, a quien Madonna apoyó incluso jugando a ofrecer sexo oral a sus votantes.
La ambición rubia, a quien su hermano tacha de egocéntrica, autoritaria y obsesiva, comparte pecado con la senadora y una vida hecha a sí misma. «No me sentiré realizada hasta ser tan famosa como Dios», decía de joven la mujer que lo ha conseguido todo en la industria musical, pero no sin pagar un precio. «Gracias por reconocer mi capacidad de salir adelante 34 años de carrera en medio de un sexismo flagrante y de una misoginia y abusos constantes», soltó hace poco en la gala Billboard al recoger el premio de mujer del año. Un discurso feminista que aplaude Barneda y que le hace desear que la diva pop que ha hecho de la reinvención y del escándalo una forma de vida se decida a explicar en una biografía todos los secretos que guarda de su ascensión al olimpo de la música.
También Bette Davis luchó con uñas y dientes para ocupar un lugar en el cielo de Hollywood, y en el camino se ganó fama de mala, controladora y altiva. Sus ojos todavía nos hipnotizan y sus frases mos trastocan ( «me casaría de nuevo con un hombre que tuviera 15 millones, me cediera la mitad y me garantizara que estaría muerto en un año «). Su pecado, la soberbia que facilita la subsistencia, es también el de Barneda: «Un día un profesor me dijo que nunca haría radio porque no tengo la voz adecuada, pero no me tiré atrás, al contrario, y aquí estoy «, dice la autora de un libro que hace mucha falta para evitar los intentos de regresión al pasado que se avecinan en los tiempos de Donald Trump.
«Hizo películas, hizo el amor e hizo de su vida un desastre pero nunca hizo mermelada». ¿Quién es? Ava Gardner, el animal más bello del mundo, que comparte la gula de vivir y beber sin freno con Chabela Vargas. «El amor no existe, es un invento de las noches de borrachera», decía un alma salvaje que se lo bebió todo, se hundió y volvió a renacer por el impulso que le insuflaron las jóvenes lesbianas mexicanas que adoraban sus canciones. Un libro necesario.
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