20 años con la aguja prodigiosa de Teresa Helbig
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Teresa Helbig celebra dos décadas embelleciendo las mujeres con sus diseños tan sofisticados y detallistas como rebeldes. Os cuento su historia, que parece de princesa (rebelde) de cuento de hadas, y entramos en su fiesta de aniversario
Con un pastel enorme celebró el jueves Teresa Helbig sus 20 años en una profesión a la que llegó casi por casualidad y que la está convirtiendo en toda una estrella. Lo hizo en L’Hivernacle, un espacio del barrio de Sants de altos techos, cristal y piedra ruda, donde colocó los vestidos más representativos de su carrera. Sus clientas, vestidas para la ocasión con sus diseños (¡no sabias donde mirar de tanta pieza exquisita como había!) no le fallaron. Cristina Brondo, que participa en el próximo fashion film de la casa, se vistió de Helbig antes de ir al teatro del Raval, donde representa la obra Orgasmos.
La madre de la disseñadora, Teresa, que ha sido siempre su puntal, cumplia 78 años ese día.
Quién le iba a decir a Teresa Helbig que un gran error sería el inicio de su triunfo profesional. Todo empezó hace 20 años cuando trabajaba de escaparatista y, apasionada como era de la moda como forma de expresión, lucía trajes hechos por ella misma ( «siempre ha sido así, de pequeña ya me hacía pendientes con lo que encontraba» ). El día que se puso uno confeccionado con cientos de plumas para ir a una boda, una amiga que tenía una tienda le lanzó un reto: «Hazme una docena de vestidos de tu estilo para venderlos».
La atrevida Teresa tragó saliva y dijo que sí. Contaba con la ayuda de su madre, gran modista y uno de los pilares imprescindibles de su éxito personal y profesional, pero su creatividad desbordante no entendía de números, se confundió y dobló la producción. ¡Las pérdidas económicas fueron tremendas! Inasumibles para una principiante. Además, ya era madre separada de su hijo mayor. «No tenía dinero y con eso me arruiné por completo», recuerda la diseñadora ahora que tiene un precioso atelier en la barcelonesa calle Mallorca.
Pero, a grandes males, grandes remedios. Teresa tenía que aprovechar los vestidos que sobraban, que eran todos de fiesta, y se los comenzó a poner por la calle, ¡y de día!. «Lo hacía a mi estilo, con botas cañeras, complementos rebeldes …», Su juego de combinar brilli brilli con toques rockeros no dejó indiferente a nadie. Era ya la semilla de un estilo de niña buena impecable con alma de princesa de canción de Sabina. La paraban, le preguntaban … Su madre la ayudaba y juntas probaban a la clientela en su misma casa, «con un espejo corto que subíamos y bajábamos para que se vieran enteras». Su fama se empezó a extender ( «todo me ha pasado poco a poco, con el boca oreja») hasta afianzar un público sibarita catalan, que impactaba en fiestas y bodas con su reconocible toque. Si el toque Lubitch en el cine era mirar sin ver a través de las puertas cerradas, el toque Helbig es vestir a la mujer para traspasar las puertas deslumbrando con elegancia. «No quiero que pasen desapercibidas», dice.
Sus diseños son de una sofisticación tan cosmopolita que encuentran el equilibrio exacto entre el romanticismo y la provocación. En un mismo vestido conviven un cuello camisero bordado durante horas formando impecables flores y por detrás una gran espalda transparente recorrida por una potente cremallera. «En toda vestimenta debe haber un punto de locura, una extravagancia, un signo de exclamación. Si no es excitante, si no te divierte, algo falla «.
El bien y el mal, la paz y la guerra, la sensatez y la locura, el palacio y la discoteca… «Me encanta ver Sólo los amantes sobreviven, con Tilda Swinton viajando en tren por Tánger toda la eternidad bebiendo sangre en copas de cristal rodeada de glamour decadente … así sí se puede vivir mil años «, dice la diseñadora sobre el film de Jim Jarmusch cuando habla de referentes estéticos. «Somos lo que comemos, y nosotros seguimos una dieta rica en cine, arte, fotografía, literatura, historia …», añade.
A lo largo de los años se ha inspirado en la obra de Truman Capote, en un paseo por el museo del Prado, por el Cannes del cine clásico o por los clubes de jazz de los años 20. Esta última propuesta le supuso el premio a la mejor colección del invierno 2012 en Madrid Fashion Week (que también ganó el verano de 2011), y a ella pertenece un vestido joya completamente bordado de pedrería, perlas y cristales, del 2012, que es una de las joyas de la casa. Con un diseño de estilo flapper nupcial firmado por Helbig se casó la mujer de Iniesta, Anna Ortiz.
«Llegué a desfilar casi sin darme cuenta», dice la creadora que admite la importancia de su marido, Chema Paré, en su lenta pero segura evolución. «Fue el primero en creer en lo que hacíamos mi madre y yo, enseguida nos dijo que todo era precioso, que deberíamos potenciarlo y crecer. «Dada la poca facilidad de Teresa para las cuentas, Chema se hizo cargo de la gestión y organización de la firma, que con los años no ha perdido el aroma de exclusividad. Se nota que a Helbig le interesa mucho más el estilo que las tendencias. «Hay quien hace mucho ruido, pero eso siempre es efímero. Lo que queda es lo que está bien hecho «. Y la belleza sin límites, eterna, como la de los vampiros, siempre tiene un precio.
Un Helbig no es barato, «pero es para toda la vida». Una pieza de modernidad atemporal y adaptado a cada clienta que cada vez que lo miras te transporta al momento en que lo llevaste. Lo que se llama prêt- à-couture, ropa a medio camino entre el prêt-à-porter y la costura.
«Ponemos el precio adecuado según el trabajo y los materiales que utilizamos, somos justos porque pasamos muchas horas con cada pieza y utilizamos siempre el mejor tejido», explica Teresa, que hace tres años transformó una amplia planta baja en el taller y showroom por donde entran y salen actrices, políticas, presentadoras … «A mí me ha tocado la lotería, no sabes lo que es estar aquí y tener entre las manos estas joyas», dice Manuela Pino, una de la docena de costureras que trabajan con la madre de Helbig sin mirar el reloj. «Mi equipo es un apasionado del trabajo, como yo. No sería nada sin ellas», dice. Buena muestra de esa precisión es el cuello de este abrigo de primorosas flores hechas de cera y apuntaladas con perlitas (invierno 2016-17).
Todo lo que cuelga de su atelier requiere ser mirado de cerca. Las fotos y las pasarelas no hacen justicia a unas piezas perfectamente acabadas que siempre te sorprenden en los detalles. El vestido de piel blanca con flores pintadas a mano del verano 2016,
el de organza relleno completamente de lágrimas doradas de pedrería bordadas a mano, que evoca los años fantasiosos del Studio 54 (del año 2001),
o las tachuelas doradas remachadas a mano una a una que pueblan un mini mono sexy de niña buena con corazón punk.
La mujer Helbig es siempre femenina y sensual, sin perder nunca de vista el rock’n’roll, la experimentación. «Creo más en la provocación que en mostrar, hay que ser sutil y misteriosa». No importa el cuerpo que se tenga: «Es nuestra obligación sacar lo mejor de cada mujer». El negro, el blanco y el beige son una constante en el armario de estos 20 años, «pero ahora cada día me lanzo más al color, me gusta el vitalismo». Lo demuestra bien su última colección, que fue un ecléctico homenaje a sus clientas, diversas y contradictorias: «Hoy una mujer puede ser lo que quiera, bohemia, divertida, clásica o transgresora, y me encanta «.
Si se viste de Helbig lo que no será es convencional. Cuando la diseñadora pone lentejuelas, nunca crea una vulgaridad escotada apta para presentar una gala de la Fifa. Crea modelos sorprendentes que mezclan brillos y austeridad, como el modelo falda de gasa de seda plisada cubierta de lentejuelas que cambian de tono a cada paso, y que tiene un cuerpo hecho con la técnica del cannage, extraído de la tradición cestera. «Wow!» dijo su hija pequeña (una preciosa criatura de tres años adoptada en Etiopía) al verlo cuando casi ni hablaba. Y así lo bautizaron.
El lujo en el siglo XXI se escribe así, y Helbig ya busca expandirse por el canal más actual, Internet. «Tenemos previsto hacer una serie de piezas para vender en línea», apunta. Ahora también consolida la marca con la edición de tres perfumes, que ha tardado mucho tiempo en elaborar con Carner, los creadores de las fragancias de Tom Ford: Tanger Memories, Teresa y A bulldog in the Atelier. Sofisticados y rebeldes, con un punto de exotismo y de glamour retro. Huelen a Helbig.
Ahora que la diseñadora de Valentino, Maria Grazia Chiuri, ha sido fichada por Dior por obra y gracia de su exquisita trabajo, tal vez algún día no muy lejano alguna maison sibarita parisina pensará en Helbig como jefe creativo. Y desde aquí lo aplaudiremos.
Macarena Gómez y otras musas
Entre Teresa Helbig y Macarena Gómez hay adoración. «Me vistió para ir al festival de Venecia cuando yo no era nadie y eso no lo olvidaré nunca, es muy buena diseñadora y una gran persona», dice la actriz. Después la ha vestido para casarse con el dandy Aldo Comas (caída en paracaídas incluida) y para asistir a un montón de alfombras rojas. «Macarena es una mujer muy Helbig y un encanto», dice la diseñadora. Úrsula Corberó también confía habitualmente en la creadora para ir especial a los premios Goya. También este año Inma Cuesta, que protagonizaba La novia, eligió ir vestida de novia Helbig. Y la semana pasada, un diseño nupcial de la creadora ocupó la portada del Hola. Vistió a Adriana Marín en su boda con Luis Martínez de Irujo, nieto de la duquesa de Alba, en el palacio de Liria. Otra chica Helbig que, en este caso, llegó a su taller de la mano de Eugenia Martínez de Irujo.
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