Culture, People

Medio siglo con la Gauche Divine de Bocaccio


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Han pasado 50 años des del día en que Oriol Regàs abrió las puertas de la mítica ‘boite’ Bocaccio, el germen de la Gauche Divine, un grupo joven, divertido, intelectual y snob que revolucionó la noches y la vida de Barcelona en los años en que la ciudad buscaba libertad. Me apetece rendirle homenaje y contaros unas cuantas anécdotas de aquellos años divinos que están genialmente representados en la foto que abre este post: el desfile de minifaldas de Mary Quant que retrató Antoni Bernad

Presentación biografia de Oriol Regàs el  11.05.2010 con Eduardo Mendoza, Maria del Mar Bonet y Serrat. Foto: Jordi Garcia Avui

Tenías que leer Le Noveul Observateur, reír con los chistes de Perich y enamorarte de la mujer de tu mejor amigo «, decía Joan Manuel Serrat para definir qué hacía la llamada Gauche Divine dentro del emblemático Bocaccio. «Lo primero que aprendimos fue a desprenderse del puritanismo», apunta Rosa Regàs. Las dos reflexiones aparecen en la biografía que el gran gestor de la boite, Oriol Regàs, publicó en 2010, un año antes de morir. Eran las memorias de un emprendedor que supo «poner un pisito a toda una generación acomodada, culta, atractiva, sexy, progre …», como dijo el flamante nuevo premio Cervantes, Eduardo Mendoza, en la ya lejana multitudinaria presentación del libro.
Siete años después de aquella cita, la fundación de Bocaccio celebra medio siglo convertida en un momento mágico. Era el 13 de febrero de 1967 con la canción Good vibrations de los Beach Boys, y barra libre para todo el mundo cuando la fiesta de la predemocracia más divertida abría para toda la modernidad barcelonesa. Serena Vergano, Pertegaz, Paco Godia, Pere Portabella, Serrat, Jaime Camino, Gil de Biedma, Terenci Moix … fueron algunos de los asistentes a una noche que terminó con un abrazo de triunfo de Oriol Regàs y Teresa Gimpera. La modelo más emblemática de entonces formaba parte del núcleo inicial de un proyecto que enseguida tuvo colas en la puerta. «¡No os podéis imaginar como eran de oscuros aquellos tiempos en que las mujeres teníamos que casarnos para ser libres!», comenta ahora recordando un local en el que las tertulias políticas se combinaban con los bailes eléctricos de los revolucionarios sixties.

En los años en que la calle Tuset se convirtió en Carnaby street, la boite de aire modernista, con terciopelo rojo, lámparas Tiffany, madera y espejos ahumados contempló desfiles innovadoras con las minifaldas que Mary Quant acababa de mostrar en Londres (las modelos desfilaban en ritmo de Sargent Pepper ‘s), vió concursos de disfraces inspirados en el film El Gran Gatsby, sintió cómo se gestaba el encierro en Montserrat contra el proceso de Burgos y otros proyectos de carácter opuestamente frívolos, como las desinhibidas escapadas que hicieron sus pobladores a Ibiza y a Roma. De la segunda, la recién desaparecida Paloma Gómez Borrero escribió una crítica lapidaria destacando el ruido y el precio de las copas de la discoteca. Oriol Regàs se defendería años después en su biografía, pero todo ello no hacía más que engordar el mito de un Bocaccio que acogía las ganas de diversión, creación y modernidad de la burguesía catalana.
Sería Joan de Sagarra quien bautizaría en el diario Tele Express a la élite intelectual y económica antifranquista como la Gauche Divine, haciendo referencia a la original, la de Jean Paul Sartre que se encontraba en el barrio de Saint Germain de Paris. «Estaba prohibido ser pesado, abstemio y conformista», cuenta Jorge Herralde de un grupo al que con el tiempo, algunos los han definido como snobs con pretensiones de cambiar el mundo y otros como jóvenes que se movían de manera espontánea y protagonizaron una revuelta de las costumbres. Teresa Gimpera, a quien le acaban de conceder la Creu de Sant Jordi, recuerda como por primera vez las chicas bailaban solas («siempre lo habíamos hecho con una pareja») y sin sujetador con vestidos cortos y medias de colores. También se iniciaba una libertad sexual que algunos no digerían tan bien como se proponían, sobre todo si quien se besaba con otro era su propia pareja. Más de una pelea hubo por ese motivo.

Bocaccio funcionaba tan bien (el primer año los socios fundadores multiplicaron por 4 la inversión inicial) que la marca se extendió a agencia de viajes, discográfica (publicó el primer disco de Maria del Mar Bonet), una tienda de gadgets y una revista. Siempre bajo la batuta de un Regàs inquieto, humanista y discreto que, curiosamente, unos años después sería capaz de hacer un Up & Down adaptado a la cultura del dinero, una discoteca para la Droite Divine. «Trabajaba de día para que todo funcionara de noche», recuerda que hoy en día el que es su mejor heredero, Fede Sardà, que hace unos días compró una caja de cerillas con el logo de Bocaccio por 5 euros y se la regaló a Gimpera. Su sala, Luz de Gas, arraigada en la ciudad y en su gente, igual te monta un homenaje a Bruce Springsteen que un concierto benéfico.

 

 

 

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