Series

‘Fringe’: the boy must live


Deprecated: Function create_function() is deprecated in /homepages/39/d631890834/htdocs/clickandbuilds/WordPress/marijobarcelona/wp-content/plugins/wp-spamshield/wp-spamshield.php on line 2033

 

Los dos últimos capítulos de Fringe fueron retransmitidos a escala global, como ocurrió con Lost. No lograron el éxito de audiencia de la primera, pero sí muchas más sonrisas de satisfacción al comprobar que, finalmente, todas las piezas del puzzle encajaban. No fue un final sorprendente pero sí válido, con respuestas coherentes, y respetuoso con las reglas del juego, algo importante teniendo en cuenta el penoso antecedente de Lost, hijo también de J. J. Abrams y su equipo de Bad Robot.

A diferencia de la estructura serializada y extremadamente compleja de Lost (se tienen que ver todos los capítulos para poder entenderla), Abrams quiso facilitar al espectador la comprensión de Fringe. Para conseguirlo, combinó episodios autoconclusivos con otros que forman parte de una trama que abarca toda la serie. En lugar de la multiplicidad de personajes de la aventura en la isla perdida, Fringe muestra sólo una tríada protagonista: el agente del FBI Olivia Dunham, el Dr. Walter Bishop (arquetipo del científico loco) y su hijo, Peter Bishop. Además, evita imitar a Lost en la continua improvisación, la expansión argumental y la aparición de nuevos misterios (allí ocurría casi en cada capítulo) redactando una biblia que contiene, ya de entrada, todos los arcos argumentales principales y un final; una biblia suficientemente flexible para poder estirar o encoger la trama en función de las temporadas que les otorgara la Fox. Al final han sido cinco, la última, de sólo 13 episodios.

Abrams se inspira fundamentalmente en la serie Expediente X. Copia tanto la estructura como los temas de los episodios procedimentales, aunque aquí nunca veremos extraterrestres. Si en la primera hay expedientes X, ahora nos encontraremos con expedientes Fringe. En ambos casos encontramos una división del FBI, una pareja protagonista en la que ella destaca especialmente, el monstruo de la semana (así es como los fans llaman el caso paranormal específico de cada capítulo), etc. También toma elementos (como el tanque sensorial) del film de Ken Russell Altered States y, sobre todo, de los films de David Cronenberg: el concepto de «nueva carne», que son alteraciones del cuerpo humano por malformaciones, enfermedades, y autopsias diversas. Este punto dota a la serie de un aspecto gore característico, impensable en las series clásicas.

En cuanto a la dinámica de los personajes, el tema fundamental de Fringe es la extremadamente complicada relación entre padres e hijos, una constante en las series de Abrams (recordemos las difíciles relaciones entre los protagonistas de Lost, Jack y Locke, con sus padres respectivos, la de Jack Bristow y su hijo Sydney, en Alias). Tanta insistencia nos hace pensar si el autor realmente tuvo una relación difícil con su propio progenitor! Todos los problemas que los protagonistas deben resolver a lo largo de la serie se desencadenan cuando un padre científico (Walter) no admite que su hijo pequeño pueda morir. Como un moderno Prometeus que desafía  a los Dioses al robarles el fuego para dárselo a los humanos, Walter atraviesa el universo paralelo para salvar a su hijo. Y si en la mitología Zeus castiga la transgresión enviando Pandora con una caja que al ser abierta extenderá los males por el mundo, en Fringe la subversión de nuestro protagonista conllevará consecuencias trágicas: el gradual colapso de los dos universos, la guerra interdimensional y los casos Fringe (Al límite) que motivan la creación de la División Fringe para resolverlos. La frase «The boy must live», pronunciada en la serie, concentra el amor paterno y se convierte en su leitmotiv principal, llegando incluso a ser decisiva en su conclusión.

La primera temporada sirve para presentar los personajes y los arcos argumentales. Se centra en los casos del llamado Patrón derivados, la mayoría, de las acciones de uno de los malos de la serie, el científico Mr. Jones, el antagonista de Walter. Con el predominio de episodios autoconclusivos, la serie mostraba la misma apariencia que tantas otras, una copia de Expediente X sin entidad propia, hasta que en el último episodio de esta temporada una imagen impactante del universo paralelo nos sacude. Descubrimos que las Torres Gemelas no han sido nunca derribadas, y eso nos despierta la curiosidad sobre aquella otra realidad, hasta ahora confusa.

En la segunda y tercera temporadas se desarrollan cada vez con mayor intensidad las relaciones entre los dos universos y es cuando la serie llega a su máxima excelencia. Inspirándose en el libro de Isaac Asimov Los propios dioses, en que la creación de una bomba de electrones en nuestro universo va destruyendo un universo paralelo, el equipo de Abrams idea toda una serie de tramas derivadas de las consecuencias de haber conectado los dos universos. Aquí Abrams desarrolla lo que en Lost no se atrevió a desarrollar en la quinta temporada, un universo paralelo real, alejado del limbo que allí representa (para decepción de muchos, entre los que nos incluimos). En Fringe unos episodios ocurren en nuestro universo y otros en el universo paralelo, con protagonistas alternativos que son, como en el famoso «mundo espejo» de Star Trek, versiones cambiadas de nuestros protagonistas con personalidades propias. La guerra interdimensional, los problemas de las relaciones entre padres e hijos (el embarazo de Olivia alternativa, las relaciones entre Walter alternativo y su hijo, etc.) Y los intentos de Walter de solucionar la catástrofe van llevando hacia la construcción de una máquina que, cuando empiece a funcionar, deberá resolver el desastre, pero cobrándose un precio, la posible muerte de Peter.

 La cuarta temporada se desarrolla en una línea temporal diferente, como consecuencia de la desaparición de Peter al hacer funcionar la máquina. Es un mundo en el que las relaciones entre los personajes son diferentes porque aquí Peter murió de pequeño, aunque será recuperado interdimensionalment por Walter de la nueva línea temporal. Sigue habiendo los dos universos paralelos pero se desarrolla poco el otro universo, seguramente para no complicar su trama (¡recordemos los propósitos de sencillez originales!). La serie vuelve a la estructura de la primera temporada con más episodios procedimentales que de desarrollo de la trama general, lo que provoca una cierta decepción en el espectador, ya enganchado a la historia principal. Lo más positivo es que en su parte final consigue cerrar la mayoría de tramas abiertas desde el principio y le da un final provisional que, si no hubiera sido renovada, podríamos decir que concluye relativamente bien en cuanto a los personajes, aunque no aclara uno de los grandes misterios de la serie: los observadores. En este punto, pensamos: «Uy, uy, uy …¿pasará como en Lost, que finalmente nos quedaremos sin saber que era la isla, el gran personaje de la serie?».

No. Aquí Abrams se asegura bien de cerrar todas las puertas. Los observadores son unos personajes de aspecto humano vestidos de negro, hieráticos y calvos, que parecen salidos de un cuadro de Magritte. Sus intervenciones han sido decisivas en la trama principal (uno de ellos, September, despista Walter alternativo, que no ve que ha conseguido el remedio para salvar a su hijo Peter de la muerte, el inicio de todo el desastre). Un episodio de la cuarta temporada pasa 20 años después de los hechos principales, y nos presenta un mundo distópico dominado por estos observadores; será un perfecto cliffhanger para engancharnos a la quinta y última temporada, localizada en el 2036. Se descubren los porqués de estos personajes, y se resuelve el conflicto que han provocado.

Fringe simplifica la última temporada argumentalmente (hay un único hilo, lineal y narrativo) y hace reaparecer personajes y temas que ya habían salido. Los dos últimos episodios repasan muchos de los fringe events para que nos podamos despedir. El tema básico de los personajes, las relaciones entre padre e hijo que han sido el germen de la obra, reaparece para poder terminar la serie de manera coherente. El antepenúltimo episodio se titula Te boy must live. Descubrimos quién es el chico que tiene que sobrevivir, y la frase, pronunciada temporadas antes, adquiere todo su sentido.  Un sentido intrínsecamente vinculado al sentimiento paternal y, al mismo tiempo, a la renuncia de éste en favor del bien comun.

Todo termina con la resolución del conflicto básico: en relación con el egoísmo de no soportar apartarse del propio hijo que provoca todo tipo de catástrofes, está la aceptación del hecho de que esta separación puede salvar el mundo, que es un sacrificio necesario. Pero a diferencia de Lost, donde la pugna entre ciencia y misticismo termina con la victoria de éste, aquí siempre nos moveremos dentro de las soluciones científicas, sin renunciar nunca a la estética, ni a las emociones. Abrams sabe muy bien cómo tocar la fibra sensible de la audiencia (si algo hizo bien en Lost fue conmover con los finales de los personajes) y aquí es capaz de hacerlo incluso con la despedida de un viejo y una vaca recubierta de ámbar. El humor no es ajeno a la serie, como tampoco lo son los pequeños toques de Abrams. Por ejemplo, hablar de Chelsea Clinton como presidenciable o despedirse de la audiencia con un mensaje de agradecimiento a los fans sibilinamente colocado en el remite de una carta.

El final, luminoso y reparador, muestra como la vida ha vuelto al equilibrio que nunca debería haber perdido, y nos hace suspirar aliviados. Ahora sí. Este The End redondo hace que Fringe se convierta en una de las mejores obras de ciencia ficción de la actual época dorada de las series. En una pieza de culto.

 

 

Estética de la serie


Fringe tiene contenido pero no en descuida nunca el envoltorio. La mejor prueba es la presentación de los capítulos. El genérico de la primera temporada, en el universo presente, aparece lleno de palabras y símbolos que hacen referencia a lo que veremos con un fondo azul que pasará a ser rojo en la segunda temporada, siempre que la trama se desarrolle en el universo paralelo.
La distinción permite que el espectador se sitúe en seguida en el mundo en que se encuentra: el azul frío y racional de un escenario, o el rojo intenso, sinónimo de guerra y fuego, del otro. En la cuarta temporada, el amarillo nos indicará que la acción se traslada a una línea temporal alternativa distinta de las anteriores, y en la quinta, el gris, con aroma a campo de concentración, connotará que vivimos en un 2036 orwelliano.

Otro detalle que ha llamado mucho la atención a los seguidores de Fringe son los glifos en forma de manzana, caballito de mar, mariposa … que aparecen en las carátulas y separando secuencias. Existe un estudio realizado por la revista Ars Technica que identifica cada símbolo con una letra del alfabeto y muestra cómo se pueden formar palabras encadenando los símbolos que aparecen en un capítulo: Olivia, Observer, amber, grabe …

En cuanto a los personajes, las variaciones de vestuario y peinado nos facilitan su reconocimiento en cada uno de los universos. Olivia es una agente de larga melena rubia, traje gris i semblante serio, al servicio del FBI, que, en el universo alternativo serà también agente pero mucho más dura (a pesar de su simpatía), con cazadora de cuero negro y pícaro flequillo. Este universo luce una brillante estética steam punk, una tendencia que mezcla elementos del siglo XIX (dirigibles, arquitectura…) con ingenios técnicos fantásticos dando como resultado una especie de universo posmoderno. Recomendamos la obra de François Shuiten, máximo exponente de este estilo en cómic. La última temporada resulta muy interesante estéticamente porque muestra un mundo orwelliano, en blanco, negro y gris, como los observadores, sin sentimientos.

 

Personajes



 
Resulta realmente destacable la excelente interpretación del australiano John Noble, en el papel de Walter Bishop, que no tiene nada de cardenal (como su apellido indica) sino que encarna a la perfección a un científico inestable y excéntrico, que alterna salidas de tono con genialidades. A él le debemos los momentos más hilarantes de la serie, muy importantes para aliviar la densidad de la trama salpimentada con momentos gore (el mejor gag, su relación con Astrid, la asistente). John Noble (Denethor II en El señor de los anillos: El retorno del rey) muestra dos caracteres totalmente opuestos ya sea Walter o Walter alternativo, dependiendo del universo en que nos encontremos.

Igualmente, Anna Torv sabe dar personalidad propia a su Olivia pelirroja alternativa: la hace más sexy y descarada. Esta actriz, también australiana, ha tenido su papel de oro con Fringe. Permitidnos un trivia: su tía, que se llama como ella, estuvo 31 años casada con el magnate Rupert Murdoch. Y por último, Joshua Jackson, un actor a quien, desgraciadamente, sus compañeros hacen sombra. Pero siempre le quedará el consuelo de ser el novio de la bella Diane Kruger. Esto, en la vida real, claro.

 Artículo de Marijo Jordan  y Jordi Ballabriga
.
Si te ha gustado sigue este blog y sígueme en: