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50 años del vestuario de Audrey en My Fair Lady


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50 años de My Fair Lady: el emblemático vestuario del musical de Audrey Hepburn que recibió 8 Oscar
En abril del 2015 My Fair Lady recibió 8 Oscar, pero a Audrey Hepburn se lo quitó Julie Andrews con Mary Poppins. El film acaba de celebrar 50 años con buena salud. El cuidado vestuario de Cecil Beaton ha pasado a la historia de la moda.
En plena efervescencia de la nouvelle vague, un musical de estilo clásico y con una estética cuidada hasta el último detalle cautivó al público y los miembros de la Academia de Hollywood hace 50 años. My Fair Lady consiguió el Oscar de 1964 al mejor filme, y 7 más, incluyendo el de vestuario. El Pygmalion teatral de George Bernard Shaw pasó a la historia del cine con todos los honores gracias a la conjunción astral entre el director George Cukor, la bella Audrey Hepburn y el fotógrafo, e ilustrador y diseñador Cecil Beaton que reconstruyó la opulencia de la época eduardiana con todo detalle. Dicen que los almacenes de los estudios de la Warner no daban abasto para albergar los más de mil trajes (por valor de medio millones de dólares) y sombreros que confeccionó y los mil y un detalles que encontró en casas de amigos, mercados y museos: libros, muebles, jaulas …
Perfeccionista y esteta por naturaleza, Beaton sabía muy bien lo que tenía entre manos porque de pequeño había vivido con una madre y una tía asidua a los bailes londinenses de los años exuberantes, ricos y despreocupados anteriores a la segunda guerra mundial. Sensible y hedonista, aprendió a captar y estimar la belleza y su paso a la moda fue natural. Autor de El espejo de la moda (1954), una biblia para el sector, firmó maravillosas portadas para Vogue y retrató de manera artística los grandes personajes de la época, de Chanel a Picasso.
El reto de My Fair Lady el entusiamo para que lo trasladaba a su infancia. En un mundo de trajes que olvidaban los rígidos polisón victorianos para abrazar una fluidez (ajustada con corsé) de puntas y lazadas mucho más práctica que incluso dejaba ver los botines; de grandes sombreros en las carreras de Ascot y con el aroma de las flores que llevaba su madre en la cintura cuando se engalanaba. Un detalle que incorpora al vestuario de Eliza Doolittle para ejemplificar el refinamiento en la escena en que logra hablar sin acento cockney.

El reto de My Fair Lady lo entusiamó porque lo trasladaba a su infancia, a un mundo de trajes que olvidaban los rígidos polisones victorianos para abrazar una fluidez (ajustada con corsé) de encaje y  y lazadas mucho más práctica. O al menos, aparentemente. La falda permite ver los botines, se imponen los grandes sombreros en las carreras de Ascot y Beaton idealiza el aroma de las flores que llevaba su madre en la cintura cuando se engalanaba. Un detalle que incorpora al vestuario de Eliza Doolittle en diferentes momentos. Por ejemplo, para ejemplificar el refinamiento en la escena en que logra hablar sin acento cockney. Y es que las flores están siempre presentes en un filme en el que la protagonista es una florista de los barrios bajos londinenses a quien el profesor Higgins deberá convertir en una dama por obra y gracia de una apuesta.

Cuando llega a casa de Higgins lleva un abrigo de terciopelo que hubo que desteñir seis veces para conseguir el efecto desgastado que se buscaba. Además, Beaton marca los regueros de agua de los ramilletes y escoge para Eliza un colorista sombrero lleno de plumas, que en la época eran sinónimo de distinción. Aquí resulta buscadamente vulgar.

La elegancia natural de Hepburn hacía difícil dotarla de un aire dickensiano pese a los esfuerzos del director. Se notaba que se sentía mucho más confortable dentro de trajes como el de su triunfo en el baile final, que Beaton describiría como «hielo en los árboles de Suiza». Era un diseño recto y blanco inspirado en los que llevaba la actriz de la época Lily Elsie aunque el peinado (un moderno moño alto con tiara) lo eligió la protagonista porque sabía que le quedaba muy bien.

En los ratos libres a Audrey le encantaba ponerse los trajes de los figurantes de la escena de Ascot y dejarse retratar por Beaton. «Es que Eliza no tiene nada!», exclamaba cuando el director la reñía porque acababa agotada.


Ahora bien, su vestido final, de gasa rosada, la convertirá en una magnífica flor delicada. De nuevo las flores. Como decía Beaton: «Sé audaz y diferente, no seas práctico». Ella ya no es una trabajadora, es una señorita que sabe decir muy bien «The rain in spain stays mainly in the plain».

Pero si un vestido pasará a la historia ese es el diseño que Eliza luce el día del Black Ascot, que es el nombre que toman las carreras que se celebraron inmediatamente después de la muerte del rey Eduardo VII. Todas las damas iban de negro o de blanco y de negro en señal de luto. La imagen resultaba espectacular porque también marcaba el principio del fin de una época de esplendor. Para reproducirlo, y idealizarlo, se confeccionaron 400 vestidos, impresionantes sombreros, intervinieron 26 maquilladores, 37 peluqueras y 17 modistas en la que sería la escena más costosa del filme, que se planificó reproduciendo los movimientos de la danza francesa la Gavotte. «Cuando me  iban a poner me di cuenta de que era el vestido más maravilloso de mi trayectoria «, dijo Hepburn. La pieza estuvo en manos de Debbie Reynolds durante años pero finalmente la subastó junto a otros diseños míticos en 2011 por 3,7 millones de dólares.

Conexión Mary Poppins: La niñera que no fue Lady

Julie Andrews ganó el Oscar a la mejor actriz de 1964 por interpretar a la niñera más popular de la historia del cine y, con toda la ironía del mundo, se lo dedicó a Jack Warner, el productor que la había rechazado para el papel protagonista en el film My Fair Lady. Aunque era Andrews quién lo hacía en el teatro, prefirieron a Audrey Hepburn. Hepburn se resistió en un principio pero cuando le comentaron que si no lo hacía ella el papel no sería para Andrews sino para Elizabeth Taylor, lo aceptó. El musical Mary Poppins también ha cumplido 50 años en 2014, y a pesar de que no pudo quitarle el título de mejor filme a la obra de George Cukor, sí logró que su estrella femenina se impusiera a Hepburn, que cantaba doblada. En total, de 13 consiguió 5 Oscar.

El Oscar de vestuario fue para la competencia a pesar de que ambos filmes reproducían la época eduardiana. La obra en que se basa Mary Poppins transcurre en la década de los 30 cuando fue escrita, pero la autora del libro, P.L.Travers, no cedió los permisos para utilizar las ilustraciones originales. Así que se decidió situarla en el 1910 con un estilo británico lleno de faldas con enaguas que dejan ver el pie. Llama la atención la vestimenta sufragista de la madre de los niños, demasiado ocupada para cuidar de sus hijos, y los diseños estrictos de Mary Poppins que se combinan con grandes bolsas mágicas de las que pueden salir lámparas, percheros, espejos, plantas y zapatos.

El equipo de vestuario, entre los que estaba Tony Walton, marido del momento de Julie Andrews, ideó vestidos icónicos como el sombrero negro relleno de cerezas y margaritas de la protagonista. Como a Eliza Doolittle, a ella también le gustaban las flores. Una pieza emblemática es la americana de rayas rojas y naranjas que lleva Bert para cantar y bailar con Mar Poppins Jolly Holiday. La autora prohibió expresamente que hubiera ninguna relación sentimental entre ambos personajes. De hecho, a Travers le costó mucho contener el azúcar Disney de una obra que quería que fuera mucho más oscura de lo que pretendían los estudios. También fracasó en el intento de eliminar los dibujos animados que incorporó Disney. Coincidiendo con el 50 aniversario del filme,  ha llegado a las pantallas Saving Mr. Banks, un retrato de la tortuosa vida de L-P. Travers.

 

Dossier Audrey Hepburn:

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