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Hiba Abouk y Rossy de Palma homenajean a Azzedine Alaïa en la 080


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Decía Matilde de Rothschild que si llevabas puesto un diseño de Azzedine Alaïa, ya fuera para trabajar o para seducir, el 50% del trabajo ya estaba hecho. El diseñador, fallecido en noviembre a los 77 años, recibió un cálido reconocimiento legado de la mano de Blanca Li, Hiba Abouk, Lisa Lovatt-Smith y Rossy de Palma en la 080 Barcelona Fashion 

Lisa, Rossy & Hiba (las dos de Alaïa) en el recinto modernista del Hospital de Sant Pau

¿Cómo consiguió Azzedine Alaïa un gran reconocimiento sin utilizar marketing ni ir a fiestas, sin licencias, ni campañas en medios, rechazando tres veces la Legión de Honor y desfilando sólo cuando consideraba que había terminado una colección …? «¡Pues con muchas cenas en su cocina!», exclamaba Rossy de Palma en el homenaje pòstumo que la pasarela 080 hizo al diseñador: «Allí nos juntábamos artistas y gente diversa para comer y compartir felices tertulias mediterráneas; una vez me hizo de pinche para cocinar una paella. »

 

Naomi Campbell y Carla Bruni

Alrededor de la mesa parisina del modisto tunecino se reunían desde Jonathan Coen a Ricardo Tisci o Elle Macpherson y especialmente Naomi Campbell, que lo sentía como padre porque la descubrió a los 16 años y vivió en su casa en aquellos primeros tiempo de profesión. Alaïa vió mucho futuro en su figura musculada adolescente y le pidió a su madre que la dejara ser modelo. Ella aceptó a cambio de que estuviera bajo su atención. «No hay hombre que me haya entendido como él, me protegió de todas las maneras posibles», decía siempre.

Era tanta la proximidad de aquel hombre «bajito y vestido como un chino» (Rossy dixit) con las grandes modelos que cuando Carla Bruni era primera dama de Francia y llamaban sus asistentes para pedir un vestido, él exclamaba: «¡Que venga ella a buscarlo, que aún recuerdo cuando dormía en casa con Naomi y se escapaban por la ventana pensando que me engañaban! «, recordaba Rossy de Palma en tertulia con Lisa Lovatt-Smith, ex editora de moda que dejó Vogue por una vida en África donde dirige su propia ONG. 

 

Vestidos que son drogas, «no importa su precio»

«Los vestidos de Alaïa son como una droga, la gente paga lo que sea por tener uno, no importa el precio», afirmaba Lisa. La clave de esta fascinación radica en la atemporalidad de sus piezas, que elaboraba con gran perfeccionismo sobre el cuerpo femenino como si fuera una escultura. Sus vestidos se ajustaban como una segunda piel. «¡Estaba al servicio de la mujer, no de sus fantasías!», comentaba Rossy de Palma, que iba a comprar en sus tiendas (y también a una especie de outlet que llevaba la hermana del modisto) con Bibiana Fernández y siempre esperaban para encontrárselo, «hasta que un día conocí a una colaboradora suya y me lo presentó». La actriz lo adoraba como persona igual que lo hace con sus vestidos: «Regalé uno y aún  me estoy arrepintiendo.»

 

 

Del campo tunecino a los salones de París

Rossy describe al creador como un hombre «sencillo, dulce, trabajador, artesano, divertido… Era una persona lúdica, que dormía sólo tres horas y estaba lleno de energia. No quería ir en aviones presidenciales ni recibir Legiones de Honor». «Era un gran narrador de historias, encajaba con la personalidad árabe. Se dice que si alguien te comenta que va a Fez a comprar naranjas, o no va a Fez o no va a comprar naranjas», comentaba Lisa riendo.  En uno de los salones modernistas del hospital de Sant Pau, la experta en moda repasó la vida de Alaïa, hijo de humildes granjeros, se pasaba las tardes en el cine porque entraba gratis gracias a un amigo de su abuelo. Contaba que los films de los años 50 le formaron estéticamente.  «Tantas horas en la sala le permitía aprenderse las canciones de memoria y después las cantaba bailando a sus amigos para conseguir lápices de colores con los que dibujar». Se le daba tan bien que lo llevaron a estudiar Bellas Artes, y cuentan que era tan joven que falsearon su edad. Por eso él repetía que había nacido en 1940 aunque conste que fue en 1935. Ya en París entró a trabajar en la casa Dior, pero solo estuvo cinco días porque estalló la guerra de Argelia y no tenía los papeles en regla. Lo acogió una condesa y pudo seguir con su pasión hasta que en los años 70 abre un pequeño atelier propio de donde salían joyas para la jet set parisina.  «Yo no soy diseñador, soy modista», decía, y su aguja fue volviéndose universal. 

 

Obama, Grace Jones, Lady Gaga, Penélope Cruz y Anna Wintour

Michelle Obama lo lució (aunque fue criticada por diseñadores de EEUU porque no era estadounidense) por su sensibilidad con las modelos negras, Penélope Cruz lo lució en los Spirit Awards de 2009,  Grace Jones llevó un diseño suyo inmortal en un film de 007, Panorama para matar (1985) y Lady Gaga lo eligió para los Oscar del 2015. Probablemente hasta se rió de los memes que aparecieron por la elección de guantes rojos. «Tenía un sentido del humor surrealista genial», decía Rossy al explicar cómo le sacaba la lengua de manera rápida y seguida a la poderosa y hierática Anna Wintour (con la que estaban distanciados porque no lo incluyó en una importante exposición) cuando los sentaban frente a frente en los desfiles. La editora se sentía incómoda «porque no entendía que probablemente él le estaba diciendo: pelillos a la mar!». 

Lisa Lovatt-Smith explicó que Alaïa trabajó durante un tiempo para el Crazy Horse de París y poco después ideó una colección para Charles Jourdan basada en los leggins, sostens y bustiers del mundo sexy del cabaret. «La encontraron demasiado punk y la rechazaron pero él guardó los prototipos».  Cuando se hicieron realidad se convirtió en un visionario. «Fue el primer inventor del push up de pecho, antes que el wonderbra!», apuntaba Rossy.  

 

Hiba Abouk en la 080

Hiba Abouk, que vive a caballo entre París y Madrid, también lo quería mucho aunque fueran de generaciones distintas: «Hablábamos de la vida, los dos somos de Túnez y escuchábamos música árabe y veíamos vídeos de danza oriental», explicaba enfundada en una sexy creación del diseñador. «Nunca me hizo un vestido para mi pero he llevado muchos». La actriz desfiló el año pasado en Madrid con la ropa interior de Andrés Sardá: «Lo hago cuando me lo piden amigos, y lamentablemente los dos creadores amigos que tenía, Alaïa y David Delfín, han muerto.» Tal vez por ello ahora dice vivir un momento tranquilo, en que ha tomado conciencia de «la importancia de disfrutar de la vida antes de perderla». Hiba recordaba los días de vacaciones que pasó el último verano con Alaïa en Tunez, y alababa sus diseños, «que sublimaban el cuerpo de la mujer». La protagonista de El Príncipe, que se fue a París «para abrir nuevos caminos profesionales porque el francés es mi lengua materna», reivindicaba el hastag #metoo («ojalá fuera mucho más que un hastag) y explicaba que rodará este verano una película hispano-china con Álex García. 

 

Homenaje en la 080

Hiba, que lucirá en los Goya un traje de Alaïa cogido de su armario pocos días antes de su muerte, también compartía cenas divertidas con el maestro, al igual que Blanca Li, que bailó dentro de un trabajado modelo del diseñador con una coreografia propia pensada para ese homenaje,  y al terminar se fundió en un emotivo abrazo con Rossy de Palma.

La 080 quería traer  al creador en vida, pero no pudo ser. Sólo se ha podido hacer este bonito homenaje, que terminó con el desfile de siete vestidos maravillosos de Rossy, Hiba, Isabel Adjani y Blanca Li, entre otras clientas. Uno de ellos pertenece a la última colección de alta costura, que Alaïa presentó el año pasado.

El modista creaba con su propio tempo, y renegaba del ritmo salvaje de la industria. Le gustaba dirigir su propio estudio, aunque durante un tiempo su marca fue de Prada. En el 2017 su regreso a las pasarelas fue muy celebrado, ya que en estos últimos años su trabajo había sido muy reconocido. De hecho, se está preparando una exposición de sus trajes en Londres, y actualmente se puede ver hasta junio una en su taller del barrio de Le Marais que Rossy de Palma qualifica de «maravillosa».

 

 

 

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